sábado, 13 de abril de 2019

Esta foto me ha dejado estupefacto.

El hombre que no sabe qué hacer ante ese gesto es el presidente de Sudán del Sur, un país que ha vivido una sangrienta y cruel guerra civil en los últimos cinco años.El Papa le besa los pies, rogando por la paz en ese país. La crónica cuenta que les dijo: "Te estoy pidiendo como hermano que te mantengas en paz. Te lo estoy pidiendo con mi corazón, sigamos adelante. Habrá muchos problemas pero no nos superarán. Resuélvelos",
Miro la foto y la vuelvo a mirar. Ese gesto supremo de humildad, de humillación extrema, por propia voluntad, no figura en ningún protocolo. Ni siquiera es fácil determinar que relación guarda con el objetivo buscado.
Es un grito desesperado.
Es el ruego casi impotente de un hombre común -y extraordinario- dispuesto a todo para parar una carnicería inhumana.
Sinceramente, me he quedado sin palabras.
Es como un supremo gesto ético, un disolverse a sí mismo en aras de un objetivo que afecta a la especie.
Estoy conmovido.

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