Algunas personas muy inestables pueden encuadrarse dentro
de una categoría psicopatológica especial que denominamos Trastorno límite de la personalidad. Lo más típico de este cuadro es la existencia de un patrón general de inestabilidad y continuo cambio en las relaciones interpersonales (que pasan del afecto más extraordinario al mayor de los desprecios), en la propia autoimagen (que varían de verse muy atractivo o inteligente a alguien horrible) y en los afectos (que oscilan en su grado de intensidad). Además, es muy característica una notable impulsividad.
Cuando hablamos de Personalidad inestable
Para poder hablar de trastorno límite de la personalidad esta forma de ser tiene que haber comenzado al principio de la edad adulta y observarse en muy distintas situaciones (es decir, no sólo en la familia o no sólo en el centro de trabajo).
Todos los sujetos con un trastorno límite de la personalidad, personalidad inestable, se desviven para impedir un abandono real o imaginado de algún amigo, familiar, o de un conocido. En general, este miedo guarda relación con la incapacidad para estar solos. Por eso, la percepción de una inminente separación o rechazo pueden llevarles a cambios profundos en la sus actitudes, en sus pensamientos y en sus acciones. Son sujetos muy sensibles a todo lo que sucede y su forma de reaccionar es exagerada, incluso ante pequeños avatares. Su temor al abandono les lleva a exhibir una gran rabia o desasosiego ante separaciones lógicas o breves (por ejemplo, pueden exigir a su pareja que no les deje solos ni un instante o enfadarse terriblemente porque unos amigos cambian un plan de un fin de semana para el siguiente). Es frecuente que se achaquen a sí mismos esos falsos abandonos por haber sido “malos” o haber actuado “incorrectamente”. Por supuesto, esta forma de ser tan invasiva acaba, en muchas ocasiones, provocando lo que se teme, y sus amigos van distanciándose realmente de ellos porque no aguantan su inestabilidad, sus exigencias o su presencia permanente. A veces, para detener a la persona que puede abandonarles son capaces de actos auto-agresivos (cortes, quemaduras, caídas, intentos de suicidio, etc.).
Es frecuente que estas personas con personalidad inestable idealicen, en un primer momento, a quienes se ocupan de ellos o a sus amantes. Pronto les parecen las personas más buenas y comprensivas del mundo, y comparten con ellos los más íntimos detalles. Sin embargo, al poco tiempo los denostan y los tachan de traidores. A mayor idealización, mayor sentimiento de desilusión posterior.
Cuando alguien con trastorno límite se muestra generoso, amable y solícito con personas de alrededor, lo más probable es que -de forma inconsciente- busque comprar el afecto de esas personas y que, al cabo, acabe exigiendo que le correspondan y satisfagan sus propias necesidades o demandas. Lógicamente, cuando esto no sucede cambian dramáticamente su opinión sobre los demás y pasan a verlos como ingratos y ruines.
Es muy característica la alteración de la identidad y la autoimagen. Por ejemplo, durante un tiempo pueden manifestar unas aspiraciones profesionales determinadas (ejercer tal profesión) y, al poco tiempo, cambiar radicalmente su opción laboral. En un momento dado se tienen por grandes deportistas o artistas de talento, y, en seguida, abandonan estas actividades. También son manifiestos los cambios bruscos en sus opiniones (políticas, sociales, etc.), sobre su escala de valores y el tipo de amistades o, incluso en los casos más límite, sobre su identidad sexual (en determinados momentos dudan de si son homosexuales o heterosexuales).
Siguiendo con los casos más perturbados, algunas personas con trastorno límite, personalidad inestable, pasan por períodos psicóticos. Así, por ejemplo, sufren alucinaciones y delirios (aunque nunca muy prolongados en el tiempo), caen en estados depresivos profundos, tienen experiencias disociativas, o sienten que no existen en absoluto. Estas experiencias ocurren con más frecuencia cuando aumenta el estrés psicosocial (por ejemplo, ante la muerte de alguien cercano, la pérdida de una relación o la mudanza de algún aspecto importante de su vida).
Su rendimiento académico suele ser mediocre, aunque no por falta de inteligencia. También son trabajadores inestables, con una eficacia continuada pobre y múltiples bajas laborales.
La impulsividad es otro de sus grandes problemas y les lleva a complicar su vida sobremanera. En concreto, es fácil que caigan en conductas de juego, que compren compulsivamente, que contraigan deudas desorbitadas, que se den atracones sin medida, que abusen de sustancias perjudiciales (tabaco, alcohol, café, etc.), que se involucren en prácticas sexuales de alto riesgo, que conduzcan de forma temeraria, que realicen ejercicios o actividades peligrosas, etc. Esto es especialmente arriesgado para aquellos que, en un momento de bajo estado de ánimo y hondos sentimientos de vacío, planifican el suicidio. De hecho, el suicidio consumado se observa hasta en un 8-10% de estos sujetos y, como ya hemos dicho, los actos de automutilación (cortarse o quemarse) y las amenazas e intentos suicidas son muy frecuentes.
En los sujetos con personalidad inestable son muy raros y breves los períodos en que se manifiesta alegría o, al menos, tranquilidad, bienestar o satisfacción vital. Pronto se aburren y buscan desesperadamente algo que hacer. También es muy habitual que se muestren iracundos y que sean incapaces de controlar su mal genio. Por eso, con frecuencia se muestran sarcásticos, crueles y amargos. Son especialmente críticos con aquellas personas que tratan de controlarlos y tachan a los que les cuidan de negligentes, autoritarios, represores o insensibles.
Afortunadamente, en la mayoría de los casos la inestabilidad suele ir decreciendo con la edad, y muchos de los sujetos que a los veinte años estaban muy perturbados muestran, hacia los cuarenta, un estado de ánimo más templado y menos síntomas psicopatológicos, siempre y cuando no estén sometidos a un gran estrés y gocen de un buen apoyo social y profesional.
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