viernes, 17 de junio de 2022

El COVID está haciendo que la gripe y otros virus se comporten de manera inesperada.

 

La pandemia de coronavirus ha desencadenado incontables efectos que aún estamos estudiando
La pandemia de coronavirus ha desencadenado incontables efectos que aún estamos estudiando

Pronto se cumplirán tres años desde la irrupción del virus SARS-CoV-2 en nuestras vidas. El mundo cambió en un abrir y cerrar de ojos intentando frenar la mayor crisis médica que nadie recuerda. Países enteros confinados durante semanas y semanas, uso obligatorio de la mascarilla, distanciamiento social, atención extrema en las condiciones higiénicas… las medidas que se adoptaron se tradujeron en incontables impactos económicos, laborales, políticos y personales que ahora empezamos a cuantificar.

Durante meses los diferentes sistemas sanitarios se vieron desbordados, y en muchos casos colapsados, retrasando gravemente el tratamiento de pacientes con enfermedades crónicas. Por ejemplo, en noviembre de 2020, publicábamos un artículo al respecto indicando que “cada mes de retraso en tratar el cáncer puede aumentar un 10% el riesgo de muerte”, en abril de 2021 nos preguntábamos ¿dónde están los demás pacientes?, y abordábamos la difícil lucha contra el cáncer infantil en tiempos de coronavirus. En este sentido, hace tan solo unos días The Atlantic publicaba un preocupante artículo, titulado “El COVID prolongado podría terminar siendo un evento de deterioro masivo” en el que habla de que “un maremoto de enfermedades crónicas puede afectar a millones de personas dejándolas cada vez peor”.

Pero junto a todos estos efectos (más o menos esperables) que la pandemia ha desplegado por todo el mundo, también deberíamos prepararnos para la llegada de algunas consecuencias menos obvias. La aparición de un nuevo protagonista vírico parece haber trastocado el desarrollo tradicional de otras enfermedades y durante las últimas semanas se han registrado testimonios de que “incluso los resfriados comunes parecen un poco más virulentos y tenaces”. El propio Washington Post se hace eco de estos primeros indicios y acaba de publicar otro artículo señalando que “la COVID está haciendo que la gripe y otros virus comunes actúen de formas desconocidas”.

Más allá de los contagios por coronavirus, el mes pasado se registró un número sorprendente de ingresos y hospitalizaciones por virus respiratorios que mostraban no solo un aumento de casos sino también una mayor gravedad. Adenovirus, rinovirus, virus respiratorio sincitial, metapneumovirus humano, influenza, parainfluenza… “Esto no es típico en ninguna época del año y, sobre todo, no es típico en mayo y junio”, explica Thomas Murray, experto en control de infecciones y profesor asociado de pediatría en Yale. “Muchos de los casos ingresados, la mayoría niños, estaban infectados con dos virus, y algunos incluso con tres a la vez”.

Los hospitales se han visto sorprendidos por casos de enfermedades que, en situaciones normales, no requieren ingresos. “El rinovirus, causante del resfriado común, rara vez envía a las personas al hospital. El virus sincitial respiratorio, conocido como RSV, por lo general limita sus ataques sofocantes a los meses de invierno y se están registrando un número atípico de infecciones en mayo y junio. La gripe que prácticamente lleva desaparecida dos años, apareció fugazmente en diciembre, desapareció en enero y ahora parece estar de vuelta”.

La tradicional estacionalidad de algunos virus se ha visto trastocada por la aparición de un nuevo invitado vírico, por el cambio radical que la sociedad ha experimentado en sus costumbres, por los confinamientos y medidas de prevención… en definitiva, muchos de los virus con los que estábamos familiarizados antes de la pandemia “están actuando de maneras desconocidas”, despliegan síntomas más graves y aparecen fuera de la época a la que nos habían acostumbrado.

En Estados Unidos los médicos están reconsiderando las rutinas, incluida la disponibilidad de vacunas preventivas durante la primavera e incluso el verano y muchos investigadores están trabajando averiguar si los cambios de comportamiento, como las órdenes de quedarse en casa, el uso de mascarillas y el distanciamiento social, son responsables de los cambios virales, y qué cambios evolutivos puede estar ejerciendo el SARS CoV-2 sobre sus rivales microscópicos.






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