domingo, 3 de febrero de 2019

Una inédita presión, el punto de inflexión que dejó contra las cuerdas a Maduro


 WASHINGTON.- Hasta hace poco, al mencionar a Venezuela se hablaba
de "parálisis" o de "una crisis sin salida". El ascenso del opositor
 Juan Guaidó generó un quiebre. Ahora se habla de un "punto de inflexión", y despuntan las primeras conversaciones sobre "el día después". Hundida en una feroz crisis humanitaria, Venezuela quedó en las puertas de una transición política. La inédita presión internacional, las masivas protestas en las calles y el fortalecimiento del presidente encargado parecen haber dejado al gobierno de Nicolás Maduro al borde de la caída.

"Está cayendo el Muro de Berlín en América Latina", graficó días atrás Julio Borges, embajador de Guaidó ante el Grupo de Lima, y uno de los detractores de Maduro exiliados en Estados Unidos que ha empujado durante años para llegar hasta este momento.
En Washington, la sensación de que la hora del giro ya llegó fue casi unánime en los últimos días. Los más optimistas mencionan planes para "el día después", convencidos de que no hay vuelta atrás y de que la salida de Maduro es inminente. Otros, más cautos, advierten que la situación es aún muy volátil, frágil, está plagada de riesgos, y Maduro puede aferrarse al poder. El principal temor en mente de todos: un baño de sangre.
"Cualquier cosa puede pasar. Es todo muy impredecible, y eso tiene preocupada a mucha gente", advirtió Michael Matera, director del programa para América del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, según sus siglas en inglés). Matera cree que Venezuela quedó ante la mejor oportunidad de los últimos años para construir un giro político. Maduro está más débil, y la oposición, fortalecida, describió.
"Estamos en un momento diferente. Eso no significa que Maduro no pueda quedarse por mucho más tiempo, pero creo que estamos en un punto de inflexión real", señaló.
Uno de los pilares del quiebre fue la presión internacional. Uno tras otro, Estados Unidos, Canadá, los principales países de América Latina -entre ellos, la Argentina, Brasil y Colombia-, varias potencias europeas, Israel y Australia se encolumnaron en los últimos días detrás del gobierno de Guaidó. El "corralito" que impuso el gobierno de Donald Trump a los ingresos de la empresa Pdvsa -"la sanción nuclear", como la llaman algunos- terminó por ahogar las deshilachadas finanzas del régimen. Y a eso se sumó el torniquete que ya habían impuesto, durante los últimos meses, la Unión Europea (UE) y los países del Grupo de Lima. De hecho, el Parlamento Europeo reconoció esta semana a Guaidó como presidente encargado.
"La región estuvo a la altura de la ocasión. El Grupo de Lima jugó un papel fundamental, y la Argentina fue uno de los líderes en ese grupo", destacó Matera.
La Casa Blanca siguió el liderazgo del Grupo de Lima, e impuso una creciente presión. Estados Unidos quiere evitar un derrame mayor de la crisis a la región. Colombia, el país que más venezolanos recibió, es un socio estratégico de Washington. Para Trump, la seguridad es una prioridad, y el presidente dejó en claro que quiere frenar las "caravanas" de migrantes que llegan desde los países de América Central azotados por la narcoviolencia.
La presión internacional, con todo, dista de ser unánime. Maduro cuenta aún con el respaldo incólume de Cuba, Nicaragua, Bolivia y varios países del Caribe. Hubo gobiernos que denunciaron, como Maduro, un "golpe de Estado". México, Uruguay y las Naciones Unidas ensayaron una postura equidistante al abogar por un "diálogo", pese a los fracasos del pasado. Y Rusia y China le brindaron oxígeno financiero. Pero quienes siguen la realidad de Caracas calculan que, ahora, existe una probabilidad mayor de que Moscú y Pekín le suelten la mano a Maduro a que mantengan su apoyo. Así y todo, es una de las incógnitas.
El otro pilar del punto de inflexión fue la presión interna. Por primera vez en mucho tiempo, la oposición se unió detrás de un líder, Guaidó. Y la gente mostró su hastío con las mayores protestas en años en las calles.
Para Michael Camilleri, director del Diálogo Interamericano, el 23 de enero, cuando los venezolanos coparon las calles y Guaidó juró como presidente encargado, marcó el quiebre.
"Ese día era un gran test acerca de si Guaidó era importante para la comunidad internacional, o alguien a quien los venezolanos veían como un líder", explicó Camilleri. "La respuesta que salió de ese día fue claramente sí", concluyó.
Pero Camilleri ofrece una nota de cautela al afirmar que la transición dista de ser "inevitable". Aunque cree que es "muy posible", advierte que aún resta ver qué harán los militares, principal sostén de Maduro. Para aferrarse al poder -e intentar sostenerse como, por ejemplo, Bashar al-Assad en Siria-, Maduro necesita mantener la lealtad de las fuerzas de seguridad, encontrar una fuente alternativa de ingresos y un comprador para el petróleo que mandaba a Estados Unidos, y afrontar la ofensiva internacional con un puñado de aliados. No parece sencillo. Camilleri señala que, entre esos elementos, un "factor importante" es qué decidan hacer las tropas.
"Los militares no tienen que derrocar a Maduro, pero al menos tienen que mantenerse al margen y dejar que el proceso se desarrolle", indicó Camilleri. "Si los militares y las fuerzas de seguridad al menos se abstienen de una represión generalizada, Guaidó puede continuar construyendo su respaldo interno, juntar a la gente en las calles y construir presión internacional contra Maduro. Eso puede llegar a ser una pelea que Maduro no pueda ganar", completó.
Camilleri cree que, si bien la posibilidad de una transición democracia es mucho mayor, también lo es que haya una violencia significativa que pueda terminar en un baño de sangre. Otra vez, insistió en que todo depende de qué hagan las fuerzas de seguridad si reciben una orden de reprimir.
Matera cree que las tropas no levantarán armas contra el pueblo, pero, a la vez, reconoce que el riesgo de un conflicto militar o de que haya "más violencia en las calles". Y resume en una frase una visión que ganó fuerza en los últimos días: "Creo que ahora es cuestión de tiempo".

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