martes, 18 de octubre de 2022

El hackeo a los militares de México que no es un escándalo, porque AMLO no quiere.

 

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y los secretarios de la Defensa Nacional y Marina Armada de México | REUTERS/Daniel Becerril
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y los secretarios de la Defensa Nacional y Marina Armada de México | REUTERS/Daniel Becerril

El grupo autodenominado Guacamaya entró y robó, de los sistemas cibernéticos de la secretaria de la Defensa Nacional (Sedena), seis terabytes de información sobre su operación interna y el trabajo de “inteligencia” que realiza como parte de su actividad cotidiana. Son millones de documentos. El periodista Carlos Loret de Mola lo informó hace dos semanas, destacó el origen de la extracción y detalló un reporte sobre la salud del presidente, donde aportó datos que ponen en evidencia que la salud de López Obrador es frágil.

La secretaria de la Defensa Nacional de México no fue el único blanco del grupo Guacamaya, antes se infiltró en los sistemas y servidores de los ejércitos de Chile, Perú, Colombia, El Salvador, Venezuela y Guatemala.

En Chile el hackeo de Guacamaya fue de diez terabytes. El jefe del Estado Mayor conjunto de las Fuerzas Armadas, general Guillermo Paiva presentó su renuncia. El presidente Boric ordenó a la justicia militar promover una investigación penal y llevar a cabo un juicio administrativo para determinar las responsabilidades correspondientes. El Congreso de Chile citó a la ministra de Defensa, Maya Fernández y al responsable del Estado Mayor Conjunto para que expliquen el alcance de la filtración.

Desde hace dos semanas, en México, diferentes medios, con acceso a Guacamaya, han publicado noticias que dejan en mala posición a la Sedena al demostrar que su trabajo de “inteligencia y espionaje” es real, pero la información que obtiene no se utiliza para prevenir hechos violentos y crímenes, no tienen un efecto práctico en la persecución y combate a la delincuencia organizada. Por el contrario, en algunas notas aparecen militares como proveedores de armamento y municiones para los delincuentes, lo que estaría detallando la corrupción que el gobierno dice combatir.

La penetración de Guacamaya a la Sedena fue de seis terabytes y su única consecuencia ha sido la publicación de notas periodísticas que escandalizan, pero no sorprenden. Para que eso suceda el presidente López Obrador, desde que se conoció el hackeo lo minimizó, reconoció que lo de su salud es cierto y aseguró que en su gobierno no hay nada que ocultar. Asumió personalmente la respuesta de su gobierno ante las revelaciones de los medios y mantiene su afirmación de que su gobierno no espía a los civiles, aunque las filtraciones de Guacamaya comprueban la adquisición de la Sedena, en 2019, del programa Pegasus, utilizado para “infectar” los teléfonos celulares de periodistas y defensores de los derechos humanos.

Al general secretario, Luis Cresencio Sandoval, lo apoya el Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, Andrés Manuel López Obrador. Dijo que “es respetuoso de las decisiones que él toma. Es un hombre íntegro, leal y honesto.”

Ante al hackeo que sufrió la Sedena, la Comisión de Defensa Nacional, de la Cámara de Diputados, acordó reunirse con el general Luis Cresencio Sandoval, para que explique las consecuencias de la vulneración y las prevenciones que se están tomando para que no vuelva a pasar. El general rechazó acudir a la Cámara de diputados y citó a los legisladores en sus oficinas. Posteriormente canceló la reunión y les dijo que se realizaría hasta nuevo aviso.

La conducta del general secretario es totalmente irregular. Es una falta de respeto al Poder Legislativo, lo que no es extraño cuando su jefe es capaz de llamar traidores y exhibir públicamente a los legisladores que no piensan como él.

El rechazo del general Luis Cresencio Sandoval para asistir a la Cámara de Diputados, pone de manifiesto la soberbia que empieza a invadir el criterio de los militares que en estos años han sido encumbrados por López Obrador, les ha otorgado presupuestos enormes, sin precedente, para el cumplimiento de sus funciones, algunas arrebatadas a los civiles.

Sería ingenuo pensar que en este momento los grupos de delincuencia organizada, con su poderío financiero y sus armas, no tienen en sus manos la información que Guacamaya extrajo a la Sedena. Implica que muchos personajes de la política, la empresa, la prensa y la jerarquía del ejército están en riesgo.

El Ejército y la Armada son el sustento que López Obrador ha construido para su gobierno. Su crecimiento es de conveniencia mutua. Es evidente que cada día tienen más poder y que la fuerza que representan será útil para que López Obrador llegue al final de su sexenio.

El ejército no debe ser subestimado en la disputa por el poder. Quien sea el próximo presidente deberá escuchar sus condiciones para que le garanticen la gobernabilidad del país. En los tiempos de la sucesión suele plantearse la pregunta ¿cuál es el principal problema para resolver el siguiente sexenio? Y la respuesta suele indicar un posible perfil. Posiblemente la seguridad figura en esa lista y el general secretario lo sabe.

La conducta del general secretario es una de las consecuencias de su empoderamiento. El hackeo va a ser desacreditado en todo momento por el presidente. Reconocer lo que se diga sería aceptar su fracaso. Y lo que falta.

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