Se jugaban 12 minutos de la segunda parte del partido entre Boca Juniors y Unión de
Santa Fe en La Bombonera cuando sucedió lo inesperado.
El local no jugaba bien, igualaba 0 a 0 y tanto los fantasmas como los nervios comenzaban a adueñarse de los jugadores y de los hinchas.
La presión que había metido Godoy Cruz el sábado al vencer a Argentinos Juniors e igualar a Boca en la cima de la tabla (con dos partidos más) estaba haciendo efecto. Boca necesitaba ganar para quedar a un punto del bicampeonato.
Y Guillermo Barros Schelotto metió mano como nunca: sacó del partido a Carlos Tevez, algo que nunca había sucedido faltando tanto para la finalización.
Al principio los aplausos generalizados al momento del cambio fueron protagonistas, luego comenzaron los rumores y el murmullo nervioso: salía el “ídolo” e ingresaba el joven Gonzalo Maroni.
La gran incógnita es determinar a quién o quienes iban dirigidos esos aplausos. ¿Apoyo a Carlitos por el flojo momento que atraviesa? ¿Apoyo a Guillermo por el acierto del cambio? ¿Apoyo a la joven promesa que ingresaba según el propio técnico “para dar frescura y más velocidad al equipo”? ¿Aplausos por el cambio porque se acabó la paciencia?
Lo cierto es que Guillermo mostró personalidad. Se la jugó por lo que creyó más conveniente sin importarle las consecuencias.
¿Será el principio del fin del tercer ciclo de Tevez en el club? ¿Un correctivo para quien parecía insustituible?
Finalmente la decisión dio sus frutos. Boca ganó y está a un punto del bicampeonato. Ahora resta ver cómo repercute esa decisión, sobre todo cuando se concrete (o no) el objetivo en la Superliga y, por encima de todo, con respecto al futuro en la Copa Libertadores.
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