miércoles, 27 de septiembre de 2017

Michael Douglas cumple 73 años, y repasamos su carrera en ocho películas

Michael Douglas sopla hoy 73 velitas. Aún casado con Catherine Zeta-Jones, todavía en actividad y con varios proyectos en carpeta, el protagonista de Las calles de San Francisco es una leyenda viva del Hollywood actual. Y para celebrar su cumpleaños repasamos ocho títulos de su filmografía, piezas imprescindibles que se convirtieron en favoritas de distintas generaciones. Estos largometrajes sirvieron para mostrar las muchas caras de un gran actor que en el caso de seguir los pasos de su padre (Kirk Douglas, que el próximo diciembre cumplirá 101 años), todavía tiene mucha carrera por delante.

 Es cierto, puede que este film no tenga la solidez de otros títulos de esta lista, pero es importante contextualizar la importancia de Tras la Esmeralda Perdida para la futura carrera del actor. Esta pieza era hija digna del estilo Indiana Jones, y mostraba una faceta aventurera de Douglas que era totalmente desconocida y que se alejaba drásticamente del tono amargo de Las Calles de San Francisco (serie televisiva por la que logró hacerse conocido). Otro aspecto de gran importancia en esta película, es que aquí trabajó con dos personas que serían clave para su carrera: Kathleen Turner y Danny DeVito. Al año siguiente y luego del éxito de Tras la Esmeralda Perdida, el actor protagonizaría una secuela titulada La Joya del Nilo.

El gran mérito de Atracción Fatal sería el de asociar a Michael Douglas como un intérprete ideal para llevar adelante un thriller erótico, casillero en el que se consolidaría definitivamente algunos años más tarde con esa gran obra maestra que fue Bajos Bajos instintos (¿o acaso alguien se pensaba que diríamos Acoso sexual?). Coprotagonizada por Glen Close, Atracción Fatal fue una película que dejó huella principalmente por dos cosas: la escena del ascensor y la del famoso conejo hervido, pero no mucho más. Visto en retrospectiva el film es terriblemente moralista (básicamente la infidelidad que comete el personaje de Douglas se traduce en vivir un infierno), y no tiene ningún tipo de valor agregado más que el haber hecho de su protagonista un actor capaz de cambiar las aventuras para toda la familia por las pasiones más viscerales.

Pocos personajes tan carismáticos como Gordon Gekko (o al menos el Gekko de la primera Wall Street). Bajo la política batuta de Oliver Stone, la película que Douglas coprotagonizó junto a Charlie Sheen se planteaba como una fábula violenta de la realidad económica de Estados Unidos y los claro oscuros en los que se manejaban los empresarios que allí trabajaban. El inmoral Gekko cortaba cabezas sin ningún tipo de reparo y se movía en los turbios negocios de Wall Street como pez en el agua. Ese personaje, que era un compendio de todos los vicios de los verdaderos corredores de bolsa, simbolizó como nadie el contaminado mundo de Wall Street, y el trabajo de Douglas en esta película fue tan importante que incluso le significó un Oscar como Mejor Actor.

Una película injustamente desmerecida pero que mostró otra cara de Michael Douglas. La comedia negra dirigida por DeVito y coprotagonizada por Kathleen Turner contaba la historia de un matrimonio que empezaba en el mayor de los idilios, para rápidamente pasar al mayor de los odios hasta legar al peor de los finales en un camino basado en hacerse la vida imposible mutuamente. El tono del film era muy incómodo y el estilo comedia negra era manejado por DeVito con total maestría. La guerra de los Roses fue un título muy popular al momento de su estreno en parte por la gigantesca química que tenían Douglas y Turner, y lo mucho que se entendían para interpretar a una pareja que (literalmente) se odiaba a muerte-
Hay obras perfectas que son bloques de mármol sin ningún tipo de fisura, y Bajos instintos tiene mucho de eso. Dirigida por Paul Verhoeven (realizador que provenía de la ciencia ficción más sibarita con El Vengador del Futuro y Robocop), la película sentó las bases para ese subgénero mal fabricado que fue siempre el thriller erótico. Verhoeven armó una historia policial atrapante en la que podía destacar la sexualidad animal de esa gran actriz que es Sharon Stone, para ponerla en juego con la visceralidad de un Michael Douglas en su mejor forma. Y más allá del zonzo recuerdo de la escena en la que Stone se cruza de piernas, la película envejeció de manera formidable y aún hoy es una pieza imprescindible del cine mainstream de los noventa (y quizá uno de los últimos eslabones de un Hollywood salvaje que murió en el último lustro de esa década). Si alguien no conoce a Michael Douglas y quiere entender por qué es un actor enorme, solo alcanza con ver Bajos Instintos.

Quizá el éxito de esta película estuvo siempre relacionado con que es fácil identificarse con alguien que se hastía de la vida moderna. Problemas de tránsito, publicidades mentirosas y una sociedad ensimismada eran los motivos que llevaban William Foster a explotar contra un sistema que parecía invisible. En un raid de furia de casi dos horas, el protagonista descarga irracionalmente años de odio contenido, aunque esa decisión termina por consumirlo y encerrarlo en su propia locura. Se trata de una paradoja sencilla pero efectiva que caló hondo en una generación entera de espectadores atrapados en rutinas empobrecedoras.

En el gigantesco opus de Steven Soderbergh en el que buscó denunciar "el flagelo de las drogas" a través de un relato coral, el personaje de Michael Douglas es uno de los pocos que brilla. El actor interpreta aquí a Robert Wakefield, el nuevo director de la DEA que debe cumplir la doble tarea de luchar contra el narcotráfico a gran escala, mientras su propia hija combate con un serio problema de adicción. La película es pretenciosa y tiene una mirada demasiado maniquea sobre el mundo de las drogas, pero no por eso deja de tener algunos momentos muy logrados que, en buena medida, siempre son los centrados en Wakefield.

Aunque los que conocen a Douglas desde sus épocas en Las calles de San Francisco esto pueda resultarles una herejía, hay toda una generación de cinéfilos en miniatura que descubrieron al veterano intérprete por su personaje en El Hombre hormiga, uno de los más grandes films que Marvel diera en los últimos años. En esta película el actor se pone en la piel de Hank Pym, un superhéroe retirado que le hereda su poderoso traje a Scott Lang (Paul Rudd), un ex convicto que debe tomar la posta en la lucha contra un nuevo villano que amenaza con desvirtuar el legado del propio Pym. Douglas se convierte aquí en el primer gran mentor del universo Marvel, quien desde su lugar de héroe retirado y maestro puede utilizar ejércitos de hormigas que resultan más poderosas que el martillo de Thor. Sin necesidad de protagonizar grandes peleas, Hank Pym es un héroe fascinante que esconde más de lo que cuenta, y cuyo doloroso pasado solo puede vislumbrarse a través de esos gestos contenidos que solo un gran actor como Douglas es capaz de lograr.

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