Tener un juguete como el auto fantástico de la serie televisiva o como el robot Wall-e de la película de Disney era algo inalcanzable para Esteban Quispe Churata, un niño humilde que vivía con sus padres en el pequeño pueblo de Patacamaya, en Bolivia.
Pero su ingenio y su habilidad con las manos le darían sorpresas a él y al mundo. Con tan solo 8 años, Churata comenzó a construir robots con objetos que encontraba en un basural. Así, creó una versión diminuta de aquel coche inteligente y también a su propio Wall-e, entre otros inventos.
Al tiempo, se hizo conocido en su pueblo, donde lo llamaban “Alambrito”, y cuando llegaron los medios de prensa, su fama saltó a nivel nacional e internacional. Recibió premios, ofertas de trabajo de multinacionales, promesas de becas de universidades prestigiosas y del gobierno boliviano. Hizo viajes por el mundo dando conferencias y en su país lo bautizaron como “El genio de Patacamaya”.
Pero las cosas no fueron tan “color de rosa” como parecen, según le contó a Yahoo Noticias en una entrevista telefónica. Hoy Churata tiene 19 años, da charlas sobre robótica de vez en cuando, sigue trabajando en el campo con sus padres, como hace desde muy pequeño, y sigue inventado robots con restos de basura. Dice que las propuestas del gobierno fueron un engaño, las laborales también y que sí recibió una beca universitaria, pero tuvo que dejar el estudio para ayudar a su humilde familia.
Solo un minuto de fama
Cuando lo llamamos, nos atendió desde la misma casa precaria de su infancia, donde vive con sus padres y su hermano menor, de 15 años. ¿Cómo comenzaste a hacer robots con la basura?, le preguntamos. “Fue una necesidad. Mi padre es agricultor de papas, es bien agotadora su tarea y él tiene problemas de espalda, por eso yo lo ayudaba por las tardes cuando regresaba de la escuela y me quedaba despierto en la noche pensando cómo hacer robots que ayudaran en el trabajo”, dice.
Churata cuenta que al principio solo utilizaba sus manos y que poco a poco consiguió un par de herramientas. Sus primeros inventos los hizo cuando tenía 6 o 7 años. “Hacía figuras artesanales que encendían luces en secuencia, intentado introducir la parte eléctrica”, recuerda. Más adelante creó su miniauto fantástico y otros robots como Wall-e, que comanda con un teléfono celular precario.
Le preguntamos si después de hacerse famoso, su vida cambió radicalmente. “No, solo fue un minuto de fama. Las promesas de trabajo fueron bla-bla, lo mismo pasó con el gobierno, me dijeron que me iban a dar ayuda y nada pasó. Solo recibí una beca de la Universidad Católica de Bolivia, hice un año, pero tuve que dejarla para ayudar a mi familia y hacer el servicio militar obligatorio”.
Churata dice que las clases de robótica que imparte en el campo las da en forma gratuita para colaborar con el sector, y en la ciudad, enseña a niños y le pagan los padres. Además, “sigo haciendo robots y trabajo en la creación de invernaderos inteligentes por mi cuenta, porque quiero ayudar en el área rural”.
Por qué dejó la universidad
Cuenta que cuando le dieron la beca para estudiar ingeniería en la universidad, sus padres se pusieron tristes cuando tuvo que irse a la ciudad y no podían costear los gastos sin su ayuda.
“Entonces pensé que la universidad no me serviría, que yo no quiero copiar a otros, no quiero plagiar una idea para mejorarla… quiero inventar algo nuevo, innovar”, explica y agrega que le gustaría hallar otras tecnologías ocultas o que vienen de otros mundos.
“Pero después me di cuenta que sin ese cartón que dice que soy licenciado no soy nada. Voy a volver a estudiar”, asegura.
Dice que está averiguando si le renuevan la beca en la Universidad Católica y que si no lo consigue, irá a otras instituciones académicas que también le ofrecieron becarlo. El problema es que no sabe cómo ayudará a su familia económicamente.
Su gran sueño
Cuando le preguntamos cuál es su mayor anhelo, responde algo curioso: “Quiero construir mi laboratorio bajo tierra, en un cerro, y estar encerrado haciendo experimentos. Me gusta más el campo que la ciudad. Aquí hay un aire nuevo, piensas mejor, ves la naturaleza real y te inspiras. Te das medios para crear”.
Churata deja ver que el gran motor de su ingenio sigue siendo el deseo de ayudar a los trabajadores del área rural, que sobreviven en medio de la pobreza. “Quiero colaborar con mi gente, veo cómo sufren y creo que puedo ayudarlos. No me gustan los políticos pero quiero ser un líder, por mis propios medios”.
¿Qué clase de líder? “Quiero ser presidente. Con lo que tenga voy a lograr ser presidente, esa es la razón por la que hice el servicio militar”, asegura. Un proyecto que aunque suene ambicioso, el joven lo tiene bien pensado. Parte de su plan es conversar con algunas personas que admira, como el expresidente de Estados Unidos Barack Obama. “Una gran persona para mí, un ídolo mío durante su presidencia”.
Mientras tanto, Churata quiere ir construyendo su propio auto fantástico en tamaño real, que pueda hablar y recibir instrucciones. Y para eso busca contactar a los gerentes de la marca Chevrolet, para que le presten un vehículo que él pueda convertir en inteligente.
Su mente es brillante y nada lo detiene. Por eso no se sorprendan si pronto lo vemos lanzar su candidatura presidencial montado en un auto totalmente novedoso.
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