viernes, 16 de febrero de 2018

Primera esposa dejó al Chamán Chacra por amenaza de muerte.

DESDE SU ADOLESCENCIA SE INTERESÓ POR LOS RITOS SATÁNICOS
Desde su adolescencia, Víctor Alexander Portorreal Mendoza (El Metálico o Chamán), se interesó por los ritos satánicos, el sabor de la sangre y el uso de cráneos y otros huesos humanos, cuenta la gente de su barrio, La Puya,  Arroyo Hondo.
Lo describieron como callado, misterioso y no compartía con nadie desde que llegó a los nueve años de edad, pero que cuando cumplió los 14 años, conoció a unos amigos heavy metal que lo llevaron a ese mundo. Sin embargo, al cabo de un tiempo estos se salieron “y él siguió con su brujería”, contó uno de ellos.
“A él le gustaba tomar  sangre y hacer rituales, además jodía con brujería. Él tenía el diablo adentro desde niño. Guardaba cráneos y otros huesos humanos debajo de su cama. Siempre tenía una estrella diabólica en su habitación, pero a sus padres no le gustaba ese comportamiento y por eso se ganó muchos golpes”, contó.
De hecho la gente dijo a El Oriental que por el comportamiento que mantuvo El Metálico, los padres se mudaron a otra vivienda y lo dejaron solo.
Comentó que para él y el resto de los jóvenes del barrio, aunque el comportamiento de El Chamán era realmente raro, lo veían como algo normal, de un muchacho que solo quería ser famoso en el mundo de la música metálica.
“Él quería ser famoso como Enrique Bunbury y por eso aquí lo llamábamos Bulbary”, dijo.
Otros jóvenes precisaron que en la medida en que los años fueron pasando, el comportamiento de El Chamán fue cambiando poco a poco y “se puso violento con su esposa”, a la que le pegaba fuerte.
“Él tenía una mujer aquí que era metálica como él, pero los padres no querían esa relación. Ella al final tuvo que dejarlo, porque la amenazó con matarla”, narró otro residente.
Destacó que Greña y esa esposa que lo dejó eran una pareja particular en el barrio, porque se vestían de vampiros, usaban lápiz labial negro, se ponían túnicas negras, prendas con carabelas, se pintaban el rostro y no les importaba alimentarse todo un día con dos masitas y un vaso de jugo.
Otro vecino del barrio, quien vio crecer a Portorreal Mendoza, dijo que una semana antes de que cometiera los asesinatos de Reyna Isabel y de sus tres hijos, lo vio en horas de la mañana caminando por una calle del sector consumiendo sangre en una copa.

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