lunes, 30 de octubre de 2017

Cómo la relación madre e hijo influye en el cerebro de un niño en una sola imagen

Aunque a primera vista y por tamaño pueda parecer que existe una diferencia de edad entre estos dos cerebros, lo cierto es que no es así. Ambos pertenecen a niños de dos años que ejemplifican la manera en la que la relación con sus madres en sus primeros años de vida ha quedado reflejada en su cerebro. Según un artículo publicado por The Telegraph, el trato que los hijos reciben de sus progenitoras afecta a este órgano y su desarrollo directamente.

Como puede verse en la imagen, el de la izquierda es más grande y tiene menos puntos. Mientras que el de la derecha es considerablemente más pequeño y muestra más zonas borrosas. ¿En qué se traduce y a qué se deben esas diferencias? La razón está en la relación que los niños a quienes pertenecen tuvieron con sus madres.
El de la izquierda tuvo una madre más cariñosa y competente que el de la derecha. Eso, a la larga, se traduce –más allá del tamaño y de las manchas– en un desarrollo deficiente por parte del segundo y una predicción para el futuro nada halagüeña.
Es sabido que los niños que crecen en un hogar inestable, con falta de cariño y cuidados tienen más probabilidades de ser adultos con las mismas carencias y repetir ese patrón con sus vástagos. Los neurólogos, según recoge The Telegraph, están estudiando qué implica eso a nivel del desarrollo cerebral y cómo este les condiciona como personas.
El profesor de UCLA Allan Schore, citado por dicho diario, explica que “el desarrollo de los circuitos cerebrales” depende de esta relación; que “los genes de un bebé se verán profundamente afectados según la forma en la que el bebé sea tratado” y que los dos primeros años de vida son cruciales en este sentido.
Así, la terrible conclusión a la que llegan los neurólogos es que un niño que ha sido criado por una madre incompetente será un adulto menos inteligente, con menos empatía, con más probabilidades de caer en la drogas y la violencia, de ser parado o de desarrollar problemas de salud mental o de otro tipo. Por el contrario, el niño poseedor del cerebro de la izquierda, no. A este le espera un futuro mucho más prometedor.
Llegados a este punto y teniendo en cuenta que un niño que crece en estas condiciones y con este desarrollo tiene más probabilidades de replicar el comportamiento que tuvieron con él, Alasdair Palmer –autor del artículo– se pregunta cómo frenar el círculo vicioso.
La intervención a tiempo de los servicios sociales y del Estado parece ser la solución. Así lo argumenta en su texto para The Telegraph citando como ejemplo el caso de Elmira (Nueva York), donde un programa ideado en este sentido y que lleva años implantado ha conseguido reducir el número de arrestos, condenas y drogas.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario