WASHINGTON (AP) — La decisión del presidente Donald Trump de imponer aranceles sobre el acero importado tiene por objeto proteger a una industria que emplea a unos 140.000 estadounidenses, pero al aumentar el precio del acero, esos mismos aranceles perjudican a un grupo mucho mayor de trabajadores estadounidenses: los 6,5 millones que trabajan en industrias que compran acero, desde fabricantes de automóviles o aviones hasta proveedores de materiales de construcción.
Trump promete imponer 25% de aranceles la próxima semana sobre el acero importado y 10% sobre el aluminio, alegando que esos productos representan una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos: al crear barreras comerciales al metal importado, los aranceles permitirían a las empresas siderúrgicas estadounidenses aumentar su producción y también los precios ante la falta de una mayor competencia.
Sin embargo, esos precios más altos se trasladarán a su vez a las empresas que utilizan esos materiales y, potencialmente, a los consumidores que compran los productos terminados.
Algunos economistas advierten que si los consumidores deben pagar más por autos o si los negocios pagan más por equipo pesado, la desaceleración en el gasto podría obstaculizar la economía.
"Los precios más altos para los consumidores podrían llevar a un menor crecimiento económico en Estados Unidos y reducir el empleo en las fábricas", advirtió Moody's Investors Service en un informe.
Los aranceles y la perspectiva de que se desencadene un conflicto con los socios comerciales de Estados Unidos ha sacudido a Wall Street: el Dow Jones cayó 420 puntos el jueves y otros 71 puntos el viernes.
El secretario de Comercio, Wilbur Ross, minimizó cualquier temor de que las empresas consumidoras de acero puedan sufrir de alguna manera significativa. "Eso es trivial", dijo Ross.
El secretario de Comercio argumentó que los aranceles solo sumarían unos 175 dólares al costo de un auto de 35.000 dólares: la mitad del 1%.
Sin embargo, anteriores sanciones comerciales contra el acero importado no han logrado detener una caída constante de los empleos siderúrgicos estadounidenses. Cuando se impusieron los aranceles de 2002, por ejemplo, las empresas siderúrgicas estadounidenses emplearon a 169.000 trabajadores. Desde entonces han perdido 32.000 empleos, una caída del 19%.
"Los aranceles y cuotas del acero nunca han hecho mucho para proteger a la industria a largo plazo", dice Kent Jones, economista del Babson College y autor de "Politics vs. Economics in World Steel Trade". "El empleo en la industria ha disminuido constantemente", agregó.
El culpable podría no ser la competencia extranjera. Una amenaza mayor es la tecnología. Allan Collard-Wexler de la Universidad de Duke y Jan De Loecker de Princeton han descubierto que los empleos en la industria del acero desaparecieron debido al surgimiento de una nueva tecnología: fábricas supereficientes que fabrican acero en gran parte a partir de chatarra metálica.
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